Las guerras perdidas
Oswaldo Estrada
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En Las guerras perdidas los personajes siempre pierden y están al borde de la destrucción. Sin embargo, en un clima desesperanzado, se adivina una trama que podría redimirlos. En ese mundo donde ya nada importa, todo importa. Oswaldo Estrada los aborda y los convierte en héroes de una historia en la que su destino estaba decidido de antemano y, sin embargo, como en las mejores películas, los pequeños detalles resultan esenciales.
Este libro de cuentos contiene situaciones conmovedoras. El universo de Las guerras perdidas está poblado de seres humanos a los que Estrada pareciera abrazar. Y las historias están contadas con una prosa muy cuidada, en la que se percibe el trabajo de casi diez años que le ha tomado al autor esbozar estas postales de gente vencida pero sublime. Leerlos resulta una experiencia memorable. En estos cuentos, como en otros libros de Estrada (estoy pensando, por ejemplo, en Las locas ilusiones) hay también una mirada de la realidad desde la posición del que ya no está allí, del inmigrante. Me parece esencial para entender el ejercicio del autor, observar esos fragmentos de vidas desde la óptica del que se mudó, del que se fue, del que dejó atrás un mundo. “Conoces tan bien este sueño y aún no sabes orientarte cuando vuelves a él”, piensa uno de los narradores en la primera frase del libro. Y en ella se resume la tragedia de ese inmigrante “al que le fue bien”. De alguna manera estas historias son el resultado de la desubicación involuntaria. La intención parece ser, de algún modo, recuperarlas para el presente. Es como si el escritor se persuadiera de una misión: Ahora que estoy donde nunca quise estar, voy a contarlas porque ustedes son aquello que me hace mejor y me hace tanta falta. Y en esa pretensión, Oswaldo Estrada se mete en la tradición de los narradores que ya intentaron, antes que él, la reconstrucción de universos perdidos. |
Ese intento es también una guerra perdida. Creo que uno de los personajes, hacia el final del libro, lo resume muy bien con esta frase: “Y aunque te bañes y perfumes siempre hueles a tristeza”. Sin embargo, ese olor esencial de la experiencia migratoria se combina en las historias de Estrada con la felicidad de quien descubre cómo narrar ese universo, esos sueños, aquellas memorias. ¿Acaso no es esa la tragedia de todos los que se despiertan al otro lado pero no pueden dejar de mirar a quienes siguen allá, en el mundo de ayer?
En estos cuentos, el recuerdo viene combinado con el deseo de que la experiencia se entreteja con ese ceremonioso acto de celebración que es la lectura. Así, cuando leemos que uno de sus protagonistas “Volvió a tener diez años y sintió una leve caricia en la frente. El olor del alfeñique. El champús endulzado con melao de caña y las marraquetas recién salidas del horno”, Estrada no solo está invocando el mismo ejercicio que hiciera Proust con su magdalena, sino que está convirtiendo a sus lectores en compañeros de un viaje, en una temática en la que la literatura ya lleva metida algunos siglos.
Es complicado acercarse a la nostalgia desde la nostalgia misma. En una de las historias, el narrador recuerda lo que le dice otro personaje que también emigró: “Que llevamos años aquí y seguimos extrañando”. Y quizá queda claro que eso es lo que se dicen los personajes de Las guerras perdidas para ayudarse a soportar el desarraigo que los tortura a todos. Porque si bien siguen luchando, saben que lo que viene, el futuro que se construyen, viene amarrado a lo que fueron, a lo que dejaron atrás.
En estos cuentos, el recuerdo viene combinado con el deseo de que la experiencia se entreteja con ese ceremonioso acto de celebración que es la lectura. Así, cuando leemos que uno de sus protagonistas “Volvió a tener diez años y sintió una leve caricia en la frente. El olor del alfeñique. El champús endulzado con melao de caña y las marraquetas recién salidas del horno”, Estrada no solo está invocando el mismo ejercicio que hiciera Proust con su magdalena, sino que está convirtiendo a sus lectores en compañeros de un viaje, en una temática en la que la literatura ya lleva metida algunos siglos.
Es complicado acercarse a la nostalgia desde la nostalgia misma. En una de las historias, el narrador recuerda lo que le dice otro personaje que también emigró: “Que llevamos años aquí y seguimos extrañando”. Y quizá queda claro que eso es lo que se dicen los personajes de Las guerras perdidas para ayudarse a soportar el desarraigo que los tortura a todos. Porque si bien siguen luchando, saben que lo que viene, el futuro que se construyen, viene amarrado a lo que fueron, a lo que dejaron atrás.
Oswaldo Estrada (Santa Ana, California, 1976) es autor de Luces de emergencia (2019, 2021, International Latino Book Awards), Las locas ilusiones y otros relatos de migración (2020, Premio Feria Internacional del Libro Latino y Latinoamericano en Tufts 2020) y Las guerras perdidas (2021). Es editor de Incurables: Relatos de dolencias y males (2020).
Las guerras perdidas (2021) es una publicación de Sudaquia.
Las guerras perdidas (2021) es una publicación de Sudaquia.
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